miércoles, septiembre 20, 2006

 

Se fue para nunca más volver...


Tranquilamente podría ser la letra de algún tango nostálgico en el que un hombre triste se lamenta por la ausencia de un amor perdido...pero en estos pagos donde las féminas escasean más de lo que uno quisiera, se lo podemos adjudicar a nuestro querido, impredecible, temperamental y ahora esquivo hielo!!


Como si la caminata sobre las aguas congeladas transportando todo nuestro material de trabajo hubiera sido el producto de una fantasía derivada de la ingesta de hongos alucinógenos (no, tampoco tenemos de esos!), para sorpresa nuestra, esa gruesa capa de hielo que abundaba en nuestros alrededores y por la que nos desplazábamos cotidianamente se fue fracturando paulatinamente, dejándonos nuevamente en las cercanías de las aguas abiertas.


De qué manera ocurrió algo así y en tan poco tiempo? Luego de terminar con la última estación tuvimos una sucesión de días en los que el gran protagonista fue el intenso viento proveniente del norte. Los centros de baja presión se sucedieron uno atrás del otro y sin respiro. Las temperaturas que hasta el momento habían rondado los – 10 °C se elevaron hasta quedar pivoteando alrededor del cero.



Poco a poco el entorno fue cambiando. Se acumuló nieve por todas partes, se tornó imposible caminar sin raquetas para nieve y ese pastiche acuachento que se genera cuando se derrite el hielo se convirtió en nuestro terreno usual de desplazamiento.


El hielo que había en la cubierta comenzó a derretirse con lo que surgieron unas simpáticas goteras que de improviso te descargaban un chorro de agua en medio de la cama (manera poco agradable de despertarse, por cierto) o peor aun, podían caer sobre cosas más delicadas como la computadora en el escritorio. Las toallas se reprodujeron por todas partes!!


Cada día íbamos observando cómo la perseverancia de los elementos iba socavando la resistencia del pack de hielo que hace tan poco nos resultaba una plataforma segura de avance. La primera parte en desaparecer fue la que estaba por el punto de muestreo, en las aguas más expuestas a las inclemencias climáticas.



Una mañana notamos que habíamos pegado un salto en el tiempo y habíamos regresado a la situación de un par de estaciones atrás, donde con la ayuda del Qamutik habíamos logrado desembarcar el Zodiac a unos 100 m del velero en aguas abiertas.


Pero la cosa no paró ahí. Con una perseverancia intachable, el viento y la marea fueron haciendo avanzar las aguas lentamente hacia nosotros: 50 metros, 25 metros...10 metros!!!! Prácticamente ya podíamos descolgar el Zodiac derechito en el agua!!




La amarga idea de quedar aislados nuevamente a bordo del velero dependiendo de los Zodiacs para poder expandir los horizontes iba minando nuestros ánimos cada vez que una porción más de hielo se alejaba de nosotros.


A pesar de tener la salida al mar tan cercana al velero, aún teníamos que aguardar a que el viento nos permitiera salir a muestrear. Mientras tanto ya habíamos dejado todo preparado y estábamos a la espera de condiciones metereológicas adecuadas.


El miércoles 13 de septiembre parecía ser que nos largábamos. La noche había sido calma y estrellada, por lo que todo parecía indicar que tendríamos un buen día para salir a muestrear. Pero cuando miramos a las 6 de la mañana estaba horripilante. Cielo nubladísimo, un poco ventoso, se estaba viniendo la nieve...un asquito.


Obviamente pocas horas después de haber tomado la decisión de postergar todo para el día siguiente se despejó, salió el sol e hizo un día de puta madre como hacía muchísimo que no teníamos!!!


Las aguas estaban a pocos metros del velero y desde el comedor daba la sensación de estar anclados en un hermoso lago rodeado de glaciares. En el transcurso de la mañana y con una velocidad vertiginosa, se fueron formando unas grietas alrededor del velero que se fueron ensanchando y poco a poco la corriente se fue llevando el hielo.



Una franja de aguas abiertas de unos 10 metros de ancho cortaba el acceso al canal congelado y a la extensión por la que antes podíamos ir a correr. Ahora no quedaba otra que cruzar por encima del cerro o tomar un “taxi” con el Zodiac.


Pero a pesar de coartar ampliamente nuestra libertad de movimientos, lo que más nos preocupaba por esos instantes era que el hielo entre el velero y la costa también se estaba resquebrajando por todas partes. La ida a la carpa había dejado de ser algo trivial para convertirse nuevamente en una odisea.




Una zona de escombros de hielo de 4 metros de largo que se movían de un lado para el otro con la marea nos separaban de nuestro laboratorio de tierra. Y ahora? Cómo llevaríamos los 100 litros de agua muestreada para procesarlos en la carpa???


La idea de tener que subir y bajar el cerro desde la costa cargando semejante peso en los trineos, además de generar una dependencia total con los Zodiac para poder movernos, no nos convencía mucho que digamos.


Quedaba pues una sola solución: construir un sendero sobre la ladera del cerro en la margen izquierda de la bahía para poder transportar las cosas por allí, al menos mientras el hielo de ese costado del velero se mantuviera en su lugar!


Después de almorzar, con Seba nos pusimos manos a la obra...o más bien, palas a la obra! La tarea no era nada sencilla, ya que había que emparejar un terreno que caía en picada desde el glaciar y del lado de la carpa había que remontar unos 15 metros de pendiente pronunciada antes de encarar el paulatino descenso hasta el costado del velero.


Yo arranqué del lado de la carpa y desafié la mayor pendiente. Cuando me quise dar cuenta, más que un sendero estaba haciendo un túnel!!! Tenía paredes de casi dos metros de nieve a mis lados! Del velero se mataban de risa de ver como iba desapareciendo lentamente del paisaje...




No me quedó otra que hacer una especie de escalera ya que la pendiente seguía muy abrupta y cuando llegué al punto en el que me encontré con la parte que había comenzado Francois (que por suerte nos dio una mano) estaba a un metro y pico por debajo del nivel!!! Jajjaja...



Así nos pasamos más de tres horas del día...terminamos con una palma infernal, pero al menos estábamos listos para encarar la estación de muestreo. Así había nacido la “Scientific Highway” con peaje incluido y todo!!


Ahora podíamos ir y venir tranquilamente desde nuestro habitáculo de trabajo hasta el velero sin grandes inconvenientes. Eso sí, un detalle que no tuvimos en cuenta fue el de la gran amplitud de la marea! Si bien cuando empezamos a trabajar podíamos acceder directamente desde la costa a nuestro sendero, al volver durante el atardecer la diferencia de altura era de casi un metro y medio!!! Una zambullida vertiginosa hasta los hielos por debajo de nosotros...



El jueves, aunque el día no era el más agradable meteorológicamente hablando, dimos luz verde para hacer los muestreos. Como el Zodiac estaba amarrado en la proa y el hielo que aún quedaba al costado en la habitual zona de operaciones de la grúa era impracticable, terminamos descolgando todo el material desde la parte frontal del velero, abordando el Zodiac al mejor estilo pirata. Eso de andar resbalando por el casco del velero a las 7 y pico de la mañana no es precisamente lo que tenía en mente como trabajo de campo cuando vine para estos pagos!! Jajjaja...



El hielo que hace poco poblaba nuestra salida al mar abierto aún andaba dando vueltas por ahí y tuvimos que hacer un buen rodeo para encontrar una zona apropiada para trabajar. Además de la gran profusión de aves antárticas que hemos tenido en las últimas semanas y que no dejaron de otearnos desde los aires, también apareció una solitaria ballena Minke resoplando cada tanto a pocos metros de nosotros. La naturaleza en toda su expresión!





Transportar el agua por nuestra pista de desplazamiento requirió varios viajes y la ayuda de Mario y Serge, ya que los trineos estaban un tanto pesados y en las bajadas se iban disparados sin respetar límite de velocidad alguno!


Por fin después de un buen trabajito extra y que hacía unos días ni nos planteábamos tener que realizar, ya teníamos todo dispuesto para pasarnos el resto de la jornada en la carpa procesando las muestras.



Un detalle interesante surgió cuando teníamos que preparar los ensayos para amonio. Para evitar problemas de reactividad con la luz, era necesario trabajar en oscuridad o con luz verde. Hasta ahora no había sido un inconveniente y simplemente con cerrar las ventanas de la carpa teníamos el ambiente necesario. Pero esta vez el sol daba de lleno en la carpa, cuya tela roja, al cerrar las ventanas, convirtió el lugar en un cabarute barato de primer nivel!!



Una luz rojiza invadió la carpa y ocupaba cada rincón disponible! Nos sentíamos como utilizando visores infrarrojos!

Cómo hacer entonces para zafar de tanta radiación?? Nuevamente utilizando los recursos a mano, capturé una bolsa de basura tamaño gigante, la abrí al medio, puse la gradilla con los tubos debajo de ella y me enganché el otro extremo con una vincha a la cabeza. Así generé un práctico (y barato!) cuarto oscuro de emergencia que me permitió hacer los ensayos sin más complicaciones que la falta de comodidad...definitivamente se veía extraño!!! Jajjaja...



Como esperábamos, terminamos bien entrada la madrugada. La vuelta al velero por el senderito en la noche cerrada también tenía lo suyo. Caminar por un canal abierto en la nieve con tramos en que las paredes están al nivel de la cabeza, en medio de la oscuridad y calma de la noche, no es precisamente la manera más habitual de regresar del laburo!


Lo mejor era irse a dormir lo antes posible, ya que aún nos quedaba otra jornada completa por delante para terminar con la estación.


Afortunadamente el viernes salió un día potable y con un sol que amagaba a salir en cualquier momento. El panorama en el agua había cambiado rápidamente de un día para el otro, mostrando signos de un incipiente congelamiento. Otra vez el hielo??? Mmmmm, quién sabe!!



Mientras sacábamos las muestras de agua con la botella Niskin, nos quedamos petrificados de la sorpresa al ver que prácticamente debajo nuestro aparecía una ballena Minke resoplando a centímeros de Mario, rozando con su gigantesco cuerpo nuestra frágil embarcación. Reapareció un par de veces más como tratando de ver qué éramos y después se esfumó...los regalos extraordinarios de trabajar en estas latitudes...


Más allá de alguna que otra complicación experimental que nos daría tareas en qué entretenernos en los próximos días, todo terminó bien y cerramos la estación Christine con un balance más que positivo y optimista. Ya era hora, no? Jjajaja...


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